Espero que os guste, ya iré actualizando!

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El joven Stoore aún seguía tumbado en el suelo, un fuerte dolor en el pecho y en la sien lo atenazaba, aturdiendo su mente y su cuerpo. Intentó mover las piernas, pero sus esfuerzos fueron en vano. La mezcla de barro y sangre que cubría su rostro le impedía abrir los ojos más de unos milímetros, por los que penetraba una luz cegadora que le taladraba la base del cráneo. “Mierda”, pensó; “mierda, ¡mierda!”. Forzosamente consiguió arrastrar una mano hacia su cara para limpiarse los ojos. Tardó unos pocos segundos, pero a él le pareció una eternidad. Poco a poco fue recobrando el sentido del oído, y a parte de un molesto y persistente pitido en ambos oídos lo primero que escuchó fueron los aullidos de los hinchas y los bramidos del entrenador en la lejanía, como si estuvieran en otra habitación. Mientras se limpiaba el rostro con la mano izquierda volvió a reunir todas las fuerzas que le quedaban para intentar mover las piernas. Repentinamente un océano de dolor se concentró en la base de su espalda en forma de agudísima punzada, y el muchacho no pudo evitar emitir un desgarrador alarido de puro sufrimiento. Ese último esfuerzo acabó con todas sus fuerzas y se sumió en un profundo sueño.
Le despertó el traqueteo familiar del carromato del equipo. Miró hacia los lados y sintió gran alivio al descubrir que, aunque estaba en el carro de los heridos, ya había pasado todo y lo que era más: podía mover el cuello con relativa facilidad. Había sobrevivido a su primer partido de bloodbowl. Geoff Stoore no se lo podía creer; el giro que había dado su vida en las últimas semanas era demasiado radical, tanto que tumbado en aquel viejo carromato camino de alguna otra apestosa ciudad del imperio se preguntaba si no habría estado soñando, si no habría sido todo obra del encantamiento de alguna bruja que quisiera volverlo loco. Pero el dolor estaba ahí para recordarle que esa realidad era tan palpable como intenso era el olor a mierda de caballo, sudor y sangre seca que invadía sus fosas nasales a cada bocanada.
- Será mejor que no hagas muchos esfuerzos, muchacho. ¡Cuanto menos te muevas antes te repondrás!
La voz del viejo Fraunhoff a su espalda le reconfortó.
- ¿Cuánto tiempo llevo…?
- ¿Soñando con los angelitos? - le interrumpió el viejo - No más de veinte horas, muchacho; ¡no te preocupes, saldrás de ésta! - rió - ¡Pero quizás te guste saber que el aquel apestoso grandullón va a servir de abono para el campo de esos bastardos! - dijo el viejo Fraunhoff antes de soltar una sonora carcajada.
- Co… ¿Cómo?
- Finito, Kaputt. Puedes hacerte la primera muesca en el casco, chico. Dejaste frito al número 8. Enhorabuena. Ahora tómate esto, te sentará bien.
El viejo médico del equipo acercó a la boca del sorprendido herido un cuenco con un mejunje caliente del que salían finos hilillos de vapor mientras éste miraba hacia los lados incrédulo, esperando encontrar algún cómplice de la broma del viejo conteniéndose la risa. Pero no vio a nadie con muchas ganas de risas en el carro de heridos.
- ¡Venga! ¡bebe, maldita sea!
Mientras el nauseabundo líquido recorría su garganta, el joven Stoore seguía con la misma cara de tonto que se le había quedado al recibir la noticia. ¡Había matado a un hombre en el campo! No se lo podía creer. Aquel defensa de los Implacables de Frigenburg era por lo menos dos veces más corpulento que él, un novato asustado que jugaba su primer partido, lejos de casa, en sustitución de un compañero lesionado. Sencillamente no podía ser. Él, el jovencísimo Geoff Stoore no podía creerse que hubiera conseguido siquiera derribar aquella mole asesina.
A medida que la tisana caliente iba haciendo efecto mientras se recostaba, se volvió a amodorrar fantaseando con la idea de ganar la titularidad en el equipo, y rápidamente volvió a quedar sumido en un plácido sueño henchido de satisfacción imaginando un futuro plagado de victorias, ríos de cerveza, mujeres y gloria.
Continuará...