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-Mira papá –dijo el pequeño Frank, un niño humano de cuatro años, el cual enseña a su padre una chocolatina, con el habitual envoltorio rojo y sin abrir, de PitRat.
Klaus mira a su hijo desde arriba y después vuelve la vista al interior del terreno de juego. Los dos equipos se encuentran en el descanso del partido en estos momentos.
El padre mira hacia arriba y hacia abajo en las gradas donde ahora se encuentran. Los aficionados, vestidos con los colores del equipo, comen y beben durante esta pausa.
-De donde has sacado ese PitRat? –Pregunta a su hijo.
-Me lo ha dado ese señor –comenta feliz Frank mientras le quita el envoltorio y empieza a devorar la mohosa chocolatina.
Klaus observa a una persona que va vestida con unos harapos de color rojo con la misma marca de aquel dulce. Sus andrajosas vestiduras destilan un aire nauseabundo mientras reparte de forma gratuita más PitRat. Además tiene el rostro cubierto por una capucha del mismo color.
En un momento dado, Klaus ve como de debajo de los ropajes de aquel extraño asoma una pequeña cola de rata. Pero le quita importancia, ya que en los últimos años, entre tanto Caos y tanto Blood Bowl, es normal que a la gente le salga alguna mutación que otra.
Al momento Frank empieza a decir unas palabras de forma gutural con acento gitano:
-Papá, papá, esto está de muerte!!!
Comenta mientras el padre observa como acaba de crecerle un hocico ratuno ahora lleno de chocolate.
El padre, orgulloso de que su hijo ya esté mutando a tan pronta edad, corre hacia el vendedor de las suculentas golosinas para que le de dos.
Cuando las tiene se las da a su hijo para que las engulla como si no hubiese un mañana.
La gente a su alrededor muta y la plaga se hace más grande y más enfermiza.
El padre, contento, coge uno de los envoltorios del suelo y dice:
-Quieres una plaga, tomate un PITRAT.
Los jugadores salen al terreno de juego mientras el público chilla de gozo, dolor y entusiasmo.
PITRAT patrocina la gira de los equipos Skavens por tierras imperiales.