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Skrik, el skaven, entró en el sumidero apartando la tapa de la cloaca. A los pocos metros se encontró a su amigo “Capalarga”. Estaba sentado en una prominente piedra, y entre luces y sombras se estaba acabando una Orca-Cola. Se relamió al terminarla.
-No tendrás otra por ahí, ¿no? –le comentó cuando se vieron.
-Sí, toma toma –y “Capalarga” sacó de un ponzoñoso charco de agua una botella de cristal de ese refresco.
Skrik la cogió y comprobó el frescor de aquella bebida, como pequeñas gotas resbalaban y caían, como aquella transparente y burbujeante botella era el mejor final para el ajetreado día de un Corredor de Alcantarillas como era él.
-Orca-Cola –dijo contento.
Cogió el refresco y sonrió dejándolo encima de otra piedra. Se quedó observándola pensativo. Y cogió de su cinturón una bolsita de cuero. La vació en su palma de la mano cayendo de ella dados de madera de placaje, dados de seis caras y un minúsculo fragmento de piedra bruja.
Cogió ese fragmento y guardó el resto volviéndoselo a colgar en el cinturón.
Destapó la Orca-Cola y echó dentro la minúscula piedra bruja.
No tardó mucho en producirse una extraña reacción química y el color marronaceo del líquido se fue tiñendo de un extraño y mutogeno color verdoso, además de un reguero de espuma que desde el interior fue subiendo hasta sobresalir y caerse por el suelo. Ese reguero no dejó de parar.
Skrik pegó un poderoso trago.
Un espasmo, seguido de un giño intermitente y rápido de su ojo izquierdo le hizo salir corriendo con el refresco en la mano. Emergió al exterior por el otro extremo de la cloaca y siguió corriendo y corriendo con fuerzas renovadas, con una energía sobrenatural. Pasaba por delante de otros skavens, que asombrados, le miraban y le veían perderse en la lejanía. Salió de Plagaskaven a la carrera y atravesó bosques y montañas. Llegó a tierras del Imperio donde Grandes Espaderos se quedaron estupefactos ante la velocidad con la que corría. Volvió a beber de la botella. Y siguió corriendo pasando ante una multitudinaria reunión halfling donde cocinaban y comían como si no hubiese un mañana. Pasó por tierras de los Elfos Silvanos y estos, desde los arboles, no daban crédito a la velocidad de aquel skaven. Atravesó pasos y riscos enanos sorteando fácilmente las balas de los proyectiles que desacertadamente disparaban contra él. Cruzó, mientras seguía bebiendo, explanadas llenas de orcos y goblins que atónitos lo veían correr, sin poderle dar caza, a ese hombre rata. Volvió finalmente, girando a la derecha, a Plagaskaven, a la cloaca donde había empezado todo, al lado de su amigo y allí se detuvo en seco.
Comprobó que su Orca-Cola ya estaba vacía.
-“Capalarga” –dijo extremadamente alegre a su amigo-, he corrido por todo el Viejo Mundo atravesándolo y volviendo en apenas unos minutos!
“Capalarga” le miró de arriba abajo mientras observó que el ojo izquierdo de Skrik seguía guiñándolo de forma compulsiva.
Lo que no le contó es que no se había movido nunca del sitio, sino que con movimientos a cámara superlenta y sin moverse del lugar, había hecho gestos de estar corriendo mientras bebía la Orca-Cola.
-Vaya fumada!!!
Orca-Cola sabor Piedra Bruja!
